

Seducción BDSM
Sus pies parecen anclados al suelo, como clavadas las suelas para así, no poder avanzar. Lo intenta, pero le resulta imposible dar un solo paso. Las manos se han quedado metidas en los bolsillos, pareciera que cuerdas han rodeado sus muñecas apresandolas contra los muslos. El aire pesa, y es que aun siendo ligero, cada aspiración que intenta tomar, nota una pequeña presión en el pecho, se ha olvidado por unos segundos incluso de cómo se hace. La piel hasta el momento caliente, parece habese enfriado, sintiendo cómo el vello se eriza haciendola desear frotar sus brazos, pero no puede, sus manos siguen atadas a los bolsillos del pantalón.
¿Qué es eso que asoma en la esquina de sus labios? En ese pequeño rincón dónde Perter Pan un día vio un beso escondido en Wendy. Se alza ligeramente, apenas visible, pero sabes que está ahí. El corazón palpita con demasiada fuerza, parece desear salir del pecho en cada palpitación, es tan intenso que a veces incluso duele, lo sé por como ha fruncido levemente el ceño. Sé que lo hace, la conozco demasiado bien, he visto sus idas y venidas, he visto sus sonrisas, pero no sus lágrimas, siempre está ocultandolas del mundo. Debo confesar que detesto esa manía de ella, no diré el porque, eso prefiero reservarlo para mi.
Siempre he querido comprender el motivo de tu marcha, el acabar con el mundo que habías conocido para empezar una nueva vida. Sé que estabas cansada, demasiado agitada como para seguir escuchando las mismas conversaciones de siempre, sonreir a las mismas personas, sentir lo mismo. Sí, ese día a día sin variaciones, sin altibajos, sin esa chispa que volviera a arrancar la risa sincera de antaño. He querido comprender porque no has vuelto a llamarnos a muchos, y demasiado pocos, han sabido de tu paradero.
No sabes cuantísimo me ha costado encontrarte, saber dónde demonios te habías escondido. No puedes hacerte una idea de cuantas indecisiones, miedos he tenido que dejar a un lado para estar hoy aqui, sabiendo que me enfrentaré a una gran tormenta, a tus tajantes decisiones, a esa mirada incrédula al tiempo que inquisidora hacia aquellos que con la mejor intención, me han contado dónde encontrarte. Lo creas o no, les he dado razones de peso sobre mi intención de encontrarte. Habría movido el mundo entero simplemente por saber donde estás y si te encuentras bien, si la vida te trata como esperas o si sigues luchando contra las inmensas olas que te arrastran como siempre a las profundidades del mar, haciendo que naces con fuerza hacia la orilla, con ese tesón que siempre te ha caractarizado. Dios.. no sabes cuánto te he echado de menos.
Y verte ahora ahí parada, con una pequeña sonrisa ya formada en los labios, aún sin poder sacar las manos de los bolsillos, sin avanzar un paso más. El paisaje parece haberse puesto de acuerdo para hacerte más vella ante mi mirada, con el viento meciendo tu cabello rizado, alborotandolo juguetón. No sé que hacer. Yo mismo me he quedado parado a pocos metros de ti, con las manos sin embargo laxas a ambos lados del cuerpo, sintiendolas sudorosas. ¿Es mi corazón ese que palpita con demasiada fuerza? Hacía mucho, demasiado tiempo que no le sentía galopar así. El mundo de alguna manera ha dejado de existir, se ha parado el tiempo y a pesar de que los minutos, los segundos siguen pasando, para mi, se ha detenido.
No se quién de los dos se aproximo primero, tengo ese recuerdo algo confuso. Atrás quedo la tristeza, la preocupación, la desazón al desconocer tu paradero. Todo se esfuma cuándo tus brazos me han rodeado, cuando siento tus respiraciones en mi cuello y esa humedad salada que son las lágrimas. Rodearte con mis manos tras pasarlas por la cintura, cruzándolas a la espalda apretandote contra mi, disfrutando del momento, gozando de esa paz que ahora siento. Tengo que pedirte tantísimas cosas, y sé que puede sonar demasiado egoista por mi parte, pero son cosas tan sencillas, tan al alcance de la mano, tú.. mano.
- ¿Me dejas entrar en tu mundo de nuevo, amiga mía?