

Seducción BDSM
Tarta de Chocolate (Sexta Parte)
He necesitado escapar de su lado, huir sin querer mirar atrás y sin embargo, posé mis pupilas sobre él. No comprendo porque me siento así, las sensaciones que me recorren por completo haciendo que mis piernas tiemblen, esa necesidad desconocida de pegarme a su cuerpo, atrapar sus labios, pero sobre todo, lo que más me hace tener, es la necesidad de hundir los colmillos en su piel y beber, saciar ésta sed que lleva apoderándose de mi demasiado tiempo. Tengo miedo de él, pero más que de él, de mis reacciones a su lado. No tengo la menor idea de si han sido sus palabras o éste sentimiento que está creciendo en mi interior desde el primer día que nuestros caminos de cruzaron. No lo sé. Y quizás, eso sea precisamente lo que me hace escapar, el no poder pensar con claridad cuando estoy a su lado, no poder racionalizar lo que sucede, llevar un control sobre la situación que me haga sentir más tranquila, dueña de mis actos. Sin embargo, no deseo estar muy lejos, no demasiado; ansío permanecer en ese lugar, mezclarme con los suyos, poder preguntar conociendo un poco más.. de él. Dioses, apiadaros de mi, no puedo quitármelo de la cabeza. La vibración de su voz, el calor que desprendía su cuerpo haciendo que el mío se templara después de siglos frío, el aroma que inundaba mis sentidos hasta hacerme brotar los colmillos. Hambre, apetito pero no de su sangre aunque ésta me haya llamado, si no de toda su presencia en sentidos que hacía tiempo no habría si quiera aceptado pensar. Carnales, básicos, animales... Es así, perdida en mis pensamientos que me aproximé a los demás sin percatarme que una pequeña estaba caminando a mi lado mirándome con atención. Fue cuando tirase de mis telas que me percatara de su presencia, arrancándome una sonrisa al verla con el rostro manchado de chocolate.
- Sé que el tío me ha dicho que no puedes comer tarta, pero estoy segura que probarla no te hará daño, ¿verdad? - He podido dislumbrar de soslayo cómo sus padres han negado con la cabeza en gesto de desesperación y sin embargo, han sonreído. La ratita permanece parada con las manos tendidas portando un plato con un cachito de dulce que seguramente ella ha estado degustando, esperando paciente a que cediera y catara las delicias del chocolate.
- Está bien, pero sólo un trocito pequeño - Tendiendo mis manos para tocar las suyas notándolas cálidas, atrapando el plato - Pero sólo un poquito, si como demasiado podría necesitar beber sangre y me encantan las niñas pequeñas.. - Hablando bajo al tiempo que entrecierro los párpados para hacer mis palabras más convincentes. La cría chilla empezando a correr alrededor de la mesa escondiéndose bajo ésta, asomando su preciosa carita manchada riendo para sí, asegurándose de que probaré la tarta de chocolate. Llevándome ese pedazo a los labios la degusto sin dejar de observarla en todo momento, teniendo que admitir lo deliciosa que está aunque me guste más el sabor metalizado de la sangre. Es cuando regresa a mi recuerdo él, su cuello ladeado cuando estaba hablándome, su vena palpitando, llamándome que mis colmillos afloran de nuevo teniendo que cubrirme los labios para esconderlos - ¿Contenta, ratita? - Aproximándome a ella teniendo que acuclillarme para poder mirarla de cerca, ella sonríe pletórica asintiendo con efusividad.
Tras ese momento, todo ha fluido con naturalidad, el sentarme con otros licántropos y hablar, arreglar el mundo sólo de palabra. En ningún momento han aparecido las batallas de antaño, el odio irracional entre vampiros y licántropos. Ha sido agradable, muy agradable. Sin poder evitar el mirar de hito en hito hacia el lugar dónde antes desaparecí con él esperando que apareciera. Matshita, que así se llama la pequeña ratita, ha trepado por mis piernas para acomodarse, abrazarse a mi cuello con las piernas recogidas sobre mi regazo. No ha hablado, sólo escuchado la conversación entre nosotros mirándome la boca, a veces acercando uno de sus pequeños deditos para levantar levemente el labio superior queriendo encontrar los colmillos. Me inventé un cuento para explicarle porque los tenía ahora escondidos, un pequeño relato que ha escuchado fascinada ante la mirada de los suyos, paternal, protectora. Los envidio, más de lo que ellos puedan imaginar nunca.
- Vamos Mats, debes descansar pequeñaja.. - La voz dulce de su madre deseando lo mejor para su retoño me ha hecho estrechar de alguna manera a la niña, protegiéndola aunque yo no sea necesaria para eso. Ante las protestas constantes de ella, le he prometido que yo misma la acostaría en su cama. Habría creído completamente normal que sus padres se hubieran negado, a fin de cuentas soy un depredador, pero no, la mujer ha traído una manta para cubrir a la niña y así al caer dormida no cogiera frío. Han confiado en mi, la han dejado en mis manos. Creo que en cualquier momento voy a gritar para expulsar tantísimas emociones que ahora me agobian y sin embargo, me gustan tanto de algún modo. No he desperdiciado la ocasión y hemos paseado juntas, acunándola entre mis brazos, aspirando el aroma que despendía, tan dulce, tan inocente. Buscando un lugar tranquilo lejos de las conversaciones para dormirla, no pude evitar mirar hacia ese pedazo de pared que me ha retenido con él pegado a mi cuerpo recordándolo todo de manera muy vivida. Le he visto, de pie parado mirándome con atención y de mis labios ha escapado una sonrisa, leve, pero sonrisa a fin de cuentas.
Ahora que la he acostado, me entretengo un poco más a su lado, no sé cuando volveré a tener una oportunidad cómo esa, pero también lo hago para evitarle. Está parado en el marco de la puerta apoyado mirándome, observando cada uno de mis movimientos y no porque tema que haga daño a su niña, su aroma le delata excitado, expectante gustándome demasiado. Sin poder dilatar un instante más el momento de aproximarme, decido ser yo, dejarme llevar, recordar qué era sentirme viva. Y por alguna razón, mi cuerpo ha vibrado ante esa decisión haciendo que caminase con sensualidad procurando que al colocar un pie delante del otro, mis caderas de mezcan eróticas. El humedecerme los labios mirándolo, morderlos ligeramente delatando que mis incisivos han brotado de nuevo. Es deseo lo que siento, sed de sangre, de placer.. una mezcla explosiva que no tardará en estallarnos en las manos.
- Hola.. - Susurro cuando cierro la puerta tras de mi dejando descansar a la pequeña. Parada, cerca, demasiado cerca de él, alzando el mentón para así poder mirarlo a los ojos cuando esbozo una sonrisa. Me ha dicho que mis colmillos eran su perdición y es ahora cuando los muestro con total libertad. Escuchando un gruñido brotando desde lo más profundo de su garganta, no tarda en rodearme con los brazos atrayéndome, aplastándome contra su cuerpo al volcar su boca sobre la mía y beber de mi sintiendo la humedad de su lengua darme un sabor salvaje explorando cada rincón, haciendo lo mismo en respuesta dejando que un gemido escapara ahogado, momento en el que me ha estrechado un poco más. Rodeándole el cuello con las manos atrapándolo, colgándome de él, queriendo estar ahí. De algún modo sabiendo que para él, soy suya. Lo que no sé, es cómo decirle que justo cuando me ha besado en el patio, en ese rincón oscuro, yo.. lo he sentido MÍO.