

Seducción BDSM
Tarta de Chocolate (Segunda Parte)
Es difícil cuando con el paso de los siglos, te sientes demasiado solo en un mundo que parece no ser el tuyo. Vivir aislado por miedo a que descubran tu raza, apartado cuando sabes que posiblemente seas el único de tu especie y quizás sea mejor así. Que todo acabe conmigo. Ahora, sólo quedará la leyenda de los vampiros, películas, libros, juegos cómo ahora he podido ver en la época moderna.
Sigo alimentándome bajo el antiguo código. Nunca beber directamente de la vena, sólo de un alma caritativa que quiera donar su preciada sangre. Por suerte en estos tiempos tan modernos, existen las donaciones, sangre empaquetada. No es lo mismo, debo admitirlo, pero para vivir y ver cómo pasan los años hasta que llegue mi final, sobra. Y sé que es un pensamiento pésimo, pero la soledad eterna a veces lleva ese camino. El derrotismo.
Ésta noche sin embargo, no sé porque tengo tantísimas ganas de salir, pasear mezclándome con la gente de la que normalmente huyo. ¿Tengo ropa apropiada para hacerlo?. Sé que es un pensamiento estúpido, pero cuando vives enclausurada durante mucho tiempo, no sigues las tendencias de moda y tampoco es que quiera destacar demasiado. Optando por unos simples vaqueros y una camiseta negra, me visto. Clazando unas deportivas oscuras que jamás me había puesto, compruebo que son realmente cómodas - Caray.. - Terminando por cepillarme el cabello con la cara completamente lavada, abro la puerta para enfrentarme al exterior.
Es de noche y todo parece tranquilo, personas pasando al lado de casa conversando sin más, sin mirarme si quiera. Un punto a mi favor, quiero ser una sombra entre todos ellos. Animada, camino colocando un pie delante del otro, imitando los pasos que he visto en algunas chicas. Sé que mi caminar me delata de alguna manera o al menos eso creo. ¡Es divertido!. Todo ese ruido, los vehículos, la gente, las tiendas o restaurantes aún abiertos. Pareceré tonta, pero tengo una sonrisa dibujada en los labios sin más y no puedo quitármela de encima. Cuando estoy cruzando por un paso de peatones, freno mis pasos, algo no está bien. El vello de mi nuca de eriza avisándome de que algo está mal, sin saber que puede ser concretamente. Mirando hacia todos los lados, girando sobre mis pies, termino frenando mirando a una presencia parada a unos metros de mi.
Permanece estático, con el mentón levemente bajado observándome. Su oscuro cabello cae sobre los ojos que creo adivinarlos de un verde aceituna, no podría asegurarlo. ¿Por qué me mira? ¿Por qué mis instintos claman que salga corriendo en dirección contraria a él?. Ahí sigo parada hasta que lo veo avanzar, están pitando los coches porque sólo nosotros dos estamos interponiéndonos en su camino y no puedo evitar retroceder marcha atrás separándome.
- Pensé que no habría ya.. - Observando alrededor asegurándose de que no habría nadie cerca - vampiros - Casi podía escupir la palabra al pronunciarla. Pero su voz. Oh Dioses, su voz, era penetrante, ronca, cómo una melodía demasiado baja al tiempo que fuerte atrayéndome. Dando un paso más hacia mi, no sé porque los pies no terminan de responderme para retroceder un poco más, huir de esa sensación apremiante que invade todo mi cuerpo. Los incisivos pugnan por salir, mostrarse de manera agresiva ante ese hombre, sin embargo, logro retenerlos a duras penas.
Es sólo tras un par de minutos eternos que logro recobrar el movimiento de mi cuerpo, poder girarme sobre los pies sin decir una sola palabra para marchar. Ya no busco imitar el paso de los humanos, simplemente irme, por alguna razón aunque hubiera deseado la muerte un millón de veces, no deseo morir, no a manos de un licántropo. Un pie delante del otro, golpeando el largo cabello los riñones cuando las manos se balancean de manera etérea, casi sobre natural. Esa soy yo. No quiero mirar atrás, comprobar si está detrás de mis pasos o no, por alguna razón extraña, incluso morbosa deseo que lo haga. Recuerdo su voz, el movimiento de sus labios. ¿En qué demonios estoy pensando?. Nuestras razas han luchado por la eternidad matándose, liquidándose una especie a la otra.
Y llegando a un pequeño parque escondido entre unos bloques demasiado altos, demasiado desvencijados, tomo asiento en uno de los columpios meciéndome. Mirando el suelo y el cómo mis pies casi lo tocan arrastrándo la arena cuando me impulso apenas un poco. Está ahí, lo sé, me está observando atentamente y no quiero mirar en su dirección. Sé que permanece cerca por cómo mi vello sigue erizado y mi instinto clama por liquidarlo.
- ¿Hay más cómo tú? - Caray, una pregunta directa. Se está sentando a mi lado, agarrándose a las cadenas sin que sus pupilas pierdan un solo momento contacto con mi presencia.
- No, no hay más cómo yo - ¿Por qué estoy respondiéndole?. Ah sí, echaba de menos relacionarme con la gente, hablar. Lo que no sé, es cómo aún me acuerdo de cómo se hace. Sin mirarlo, sigo meciéndome despacio, es más, procuro que el cabello caiga hacia delante creando una cortina oscura sobre mi rostro.
- Pensé que todos los vampiros, habían desaparecido - De nuevo esa voz, aunque ahora al nombrar mi raza, no hay desprecio.
- Es evidente que no, aún estoy yo - Alzando el rostro, es cuando le miro de nuevo. No creo que me suceda como antes, quedarme tan hipnotizada - ¿Qué hace un licántropo sentado en un parque hablando con una vampira? - Termino preguntando.
- Evidente, ¿no crees?. Conversar con ella. Apenas podía creer lo que estaban viendo mis ojos cuando has salido de tu edificio, tenía que comprobarlo de primera mano - Encogiéndose de hombros apenas un poco, quizás una disculpa silenciosa. Alarmándome y cómo no hacerlo, ahora tendría que cambiar de lugar con precaución para no ser asaltada, si no sucedía esa noche.
Así transcurrieron las horas. Hablando, charlando de mil cosas y a la vez de ninguna. Contándonos aspectos pequeños de nuestra vida. Me habló con pasión de su familia y cómo con el paso de los años, se habían mezclado con los humanos, pareciendo uno más de ellos, pero manteniendo las jerarquías, la unión de la manada. Apasionante. Escuché atentamente la pasión que había el cómo describía a su familia aunque no me diera datos importantes. No era imprescindible, jamás comprendí la necesidad de matarse unos a otros. Le confesé que en esas guerras, yo buscaba huir, esconderme en lugares recónditos hasta que todo pasara. El cómo había preguntado mil veces de dónde procedía ese odio visceral, sin conseguir respuesta que me satisfaciera o convenciera.
- Me gustaría que mañana vinieras. Hacemos una reunión especial, prometo que nadie te hará daño o atacará - Hablándome con sinceridad, llevando su diestra al corazón como juramento.
- No, eso no es posible - Negando con la cabeza al mismo tiempo - Creo en tu palabra por alguna extraña razón, pero no es mi lugar - Esbozando una pequeña sonrisa, la primera desde que nuestros caminos se cruzaran.- Sólo piénsalo, no hace falta que decidas ahora mismo. Pero realmente me gustaría que estuvieras allí - Poniéndose en pie con agilidad, se colocó delante tendiéndome la mano, ladeando el rostro. Ya no estaba tan serio, no parecía tan feroz, amenazante cómo hacía unas horas. Observando su mano atónita, decidiendo su tomarla o no - Vamos, se aproxima el amanecer y creo que le tienes.. alergia - Sonriendo. ¡Dioses, qué sonrisa!. Aún con esas, no acepto su mano cuando me pongo de pie lentamente. Debo alzar el mentón para mirarlo, no ha retrocedido un paso. Es cuando me doy cuenta de que mi vello de la nuca ya no está erizado, mis instintos hace un rato que se han aplacado, meciéndose en la tranquilidad.
- Prometo que lo pensaré.. - Y lo digo vagamente. Quiero, pero sé que no debo. Una parte de mi, está dando botes de alegría sopesando la posibilidad de poder relacionarme con ellos, sin esconder mi raza, la procedencia. Le miro un momento más antes de desplazarme hacia un lado, comenzando el camino de regreso a casa antes de que el Sol bese mi piel haciéndola quedar sólo en cenizas. No me sigue, ésta vez no, pero sé que me está mirando hasta que me pierdo por una de las calles.
- ¿Tienes miedo? - Se había colocado detrás de ella, sin rozar su cuerpo en absoluto, pero permaneciendo realmente cerca al susurrarle la pregunta al oído. ¿Cuándo se había acercado? ¿Por qué no le había escuchado?.
- No, no tengo miedo - ¡Mentira! Era mentira. Tenía miedo, demasiado. Ahí llevaba parada ante las rejas mirando, observando esos cuerpos moverse, charlar entre ellos. Ella era diferente, no perteneía a su raza y por alguna extraña razón, temía ser rechazada.
- No deberías. Aquí el depredador, eres tú - Esas fueron sus palabras. Pasando acto seguido a su lado, abriendo las rejas que la separaban de ese mundo, entrando dejando abierto tras de sí sin mirar atrás, dejandola de nuevo a solas con su miedo.