top of page

Tarta de chocolate (Primera parte)

- ¿Tienes miedo? - Se había colocado detrás de ella, sin rozar su cuerpo en absoluto, pero permaneciendo realmente cerca al susurrarle la pregunta al oído. ¿Cuándo se había acercado? ¿Por qué no le había escuchado?.

 

- No, no tengo miedo - ¡Mentira! Era mentira. Tenía miedo, demasiado. Ahí llevaba parada ante las rejas mirando, observando esos cuerpos moverse, charlar entre ellos. Ella era diferente, no perteneía a su raza y por alguna extraña razón, temía ser rechazada.

 

- No deberías. Aquí el depredador, eres tú - Esas fueron sus palabras. Pasando acto seguido a su lado, abriendo las rejas que la separaban de ese mundo, entrando dejando abierto tras de sí sin mirar atrás, dejandola de nuevo a solas con su miedo.

 

Bajando el mentón logrando romper el contacto visual, fijando ahora su mirada en las manos fuertemente agarradas al abrigo, los nudillos blancos tras la presión que había ejercido durante largo rato. ¿Cuanto tiempo llevaba ahí parada?. Sintiendo cómo el vello de la nuca se erizaba terminando por pasar los finos dedos en esa zona queriendo quitarse esa extraña sensación. No, ese lugar no era para ella. Terminando por girar sobre sus pies dando la espalda a un mundo que le era desconocido, ageno por completo. Daría apenas unos pasos alejándose cuando parada, mirando atrás con el mentón escondido tras el hombro - No.. vamos nena, no mires, será peor para ti.. - Haciendo acopio de voluntad cuando se regañase a sí misma, echando a caminar de nuevo elejándose por el paseo arbolado, repleto de vegetación pareciendo algo etéreo, imposible de ver en cualquier otro lugar del mundo. Escocia, la preciosa escocia, un lugar de ensueño del que una vez has empapado cada una de tus células, no quieres marchar jamás.

 

- ¿Por qué te marchas? - Una pequeña voz delatando juventud, estaba parada tras ella mirándola con curiosidad. Y al girarse sobre sus pies, podría ver a una pequeña niña con dos preciosas coletas que enmarcaban un rostro precioso, demasiado dulce.

 

- Tengo que irme - Respondiendo con una pequeña sonrisa bailando en sus labios.

 

- ¿Es que te has olvidado de algo? - Ladeando su pequeña cabecita, abriendo de par en par los párpados con gesto de preocupación.

 

- Sí, olvidé el valor - Respondería de vuelta. Quizás la pequeña no comprendiera de que estaba hablando o porque lo decía.

 

- Oh.. - Apretando los labios entre sí creando una línea al tiempo que dejaba de mirarla frunciendo el ceño - Quizás.. yo pueda ayudarte a buscarlo. ¿Quieres? - Volviendo a sonreir. Preciada inocencia, arrebatadora, llena de una plenitud que nosotros los adultos hemos dejado atrás hace demasiado tiempo. 

 

- ¿Dónde piensas que podríamos encontrar mi valor? - La pregunta saldría de sus labios sin haberla pensado siquiera, sin tiempo a retenerla. ¿Qué estaba haciendo?. Ella quería marchar de allí, alejarse.

 

- No lo sé.. - Llevándose sus pequeños dedos a los labios dando toquecitos pensativa - Mamá dice que si buscas algo demasiado, a veces es cuando realmente no lo encuentras - Hablando absorta en sus propios pensamientos mirando el suelo hasta que alzara esas grandes pupilas hacia ella. ¿Es que acaso no la tenía miedo? - Por eso, siempre paramos y nos tomamos una gran porción de tarta de chocolate - El entusiasmo de su voz, la sonrisa tan contagiosa que estaba esbozando.

 

- No puedo comer tarta de chocolate - ¿Qué podía decirla? ¿Explicarla que ella drenaba la sangre de un cuerpo para saciar su apetito?. No, estaba disfrutando demasiado de esa conversación tan inocente. Sintiendo las pupilas de una madre preocupada a lo lejos observándolas, la tensión que pudiera tener el cuerpo de la mujer espectante a mis movimientos cuando carne de su carne, tan inocente se encontraba cerca de mi. Es con eso precisamente con lo que no puedo vivir, ese miedo irracional. Comprendo que soy un depredador, pero aún tengo alma, al menos... eso creo.

 

- ¿Que no puedes comer tarta de chocolate?! - El horror tiñendo la voz de esa niña. Seguramente para ella sería el peor castigo que una persona pudiera tener. Dulce, dulce inocencia - No te preocupes, yo buscaré un dulce que puedas comer y después, buscaremos tu valor - Tendiendo su pequeña mano hacia mi.

 

¿Qué hago?. Una parte de mi quiere salir corriendo en dirección contraria, alejarme lo más posible de esa dulcura embriagadora. No estoy acostumbrada. Otra, desea coger su mano y caminar con ella, dejarme guiar a donde quiera llevarme. Es cuando mis pies empiezan a moverse en dirección a la casa que me doy cuenta, mi subconsciente ha actuado más rápido que mi raciocinio y ahí estoy, agarrando esa pequeña camino caminando hacia la casa tirando ella de mi, adentrándome en ese mundo al que tengo verdadero pánico sin mirar sus rostros, sabiendo que me miran al pasar y sin embargo, sigo pendiente de esas coletitas danzando con alegría hasta pararnos ante la mesa llena de comida.

 

- Tienes que probar la tarta de chocolate, en serio. No puede ser que no puedas comerla - Entregándome un plato con un pedazo de dulce, se queda parada mirándome con una gran sonrisa ocupando su rostro.

 

- Ella no puede comer tarta, ratita - Es él, es quien me ha preguntado si tenía miedo en la entrada. Es quien sin saber cómo, me ha arrastrado hasta allí con sus palabras, contándome que es estar rodeado de gente, sentirte querido, amado sobre todas las cosas sin importar qué o quién eres. Frunzo el ceño mirándolo cuando realmente busco que me salve de esa encerrona. ¡Por todos los Dioses, es sólo una niña!. Simplemente podría negarme cortesmente y dejar el plato sobre la mesa, pero una parte de mi no quiere, sabe que eso la molestaría o decepcionaría y no quiero.

 

- ¿Por qué? - Posando sus pequeñas manos en su pequeña cadera, alzando su mentón con el ceño fruncido, incluso los labios levemente apretados exigiendo una respuesta que pudiera satisfacerla.Es cuando me encuentro en una encrucijada, no sé que hacer o cómo reaccionar, es sólo un pedazo de pastel, ¿no?

 

- Ella no puede, ratita, de verdad. Es un vampiro, sólo se alimenta de sangre - Una explicación sencilla, coherente pero que a mi me ha puesto los pelos de punta haciéndome entrar en pánico. Ha estado a punto de escurrirse el plato de mis dedos hacia el suelo, suerte que lo agarró él. Es cuando busco la mirada de la niña con un pensamiento extraño en mi, tengo miedo de que grite, salga corriendo despavorida en busca de la protección de su madre, pero no. Ahí está con la boca abierta de par en par mirándome alucinada.

 

- ¿Lo dices en serio? - Transformándose su pregunta en curiosidad. Veo cómo se aproxima empezando a dar brinquitos hacia mí - ¿Tienes colmillos? ¿Pinchan mucho? ¿Puedo verlos? - Dándome una retaíla de preguntas sin control alguno. Sé que él se está riendo con mi plato en las manos, comiéndose mi pedazo de tarta sin apartar las pupilas de mi divertido.

 

- ¿Puedo.. - Mi pregunta no termina cuando él está asintiendo. Serio, está serio cuando se aproxima un poco más colocándose a mi lado mirándome con fijeza.

 

- A mi también me gustaría verlos - Algo ha cambiado en el tono de su voz, en su presencia que parece más alta con la musculatura tensa. ¿Acaso está preparándose por algo en especial?. No puedo reconocerlo, sin embargo accedo a las constantes peticiones de la pequeña. Muestro mis incisivos que han brotado bajo mi voluntad, pero no accedo a que los toque, tengo miedo de herirla, no es sabor de su sangre. Irónico.

 

Sólo tras un buen rato, la pequeña ratita se ha marchado. Ratita, me gusta ese apodo, es tan pequeña a mis ojos. Él sigue parado a mi lado, callado, paciente sin apartar sus pupilas de mi en ningún momento. No sé si mirarlo o caminar por el lugar queriendo empaparme de todo lo que está sucediendo, aunque realmente no lo sepa, he estado tan centrada en ella. Terminando por enfrentarlo, ladeando el rostro queriendo leer las expresiones de su rostro, lo que puedan decirme sus pupilas. Es cuando me doy cuenta de cómo su sangre corre por las venas palpitando demasiado perceptible su vena en el cuello. Trago, contengo esa necesidad de morder con todas mis fuerzas, no necesito alimentarme de momento, pero esa atracción.. esa necesidad.

 

- Ven, vamos a dar un paseo - Tendiendo la mano, agarrando la mia sin siquiera habérsela ofrecido tira de mi de manera gentil arrastrándome a su lado, paseando entre la gente que ya no tiene puesto su interés en mi. 

 

- ¿A dónde vamos? - Quiero saber, no tengo miedo de ser arrastrada a otro lugar, es mera curiosidad.

 

- A un lugar dónde podamos ser nosotros mismos sin miedo - No comprendo su respuesta hasta que estamos en un lugar apartado, escuchando el bullicio de la gente hablando, incluso riendo. Estamos a solas con las sombras que desprende la fachada a nuestra mercé. Me aplasta contra la pared presionando su cuerpo contra el mío, me habría dejado sin respiración de haberla tenido. Alzando mi mentón para mirarlo a los ojos y cuando estoy a punto de hablar nuevamente me besa. Es nuestro primer beso, siento cosquillas por todas partes, es cómo si mi piel estuviera demasiado sensible con un simple beso. Éste se hace másprofundo, sentido, húmedo arrancando gemidos de nuestras gargantas. Aprieta las manos en mis caderas cuando se presiona un poco más contra mi. Busco rodear su cuello con las manos tirando de su altura para alcanzar mejor su boca. Todo se vuelve borroso, instintivo en esa caricia íntima de nuestros labios hasta que lo araño con los colmillos. Separo nuestros rostros mirándolo alarmada, puedo sentir el sabor de su sangre cuando paseo la lengua dentro de mi boca. 

 

- Lo siento.. no he podi.. - Gruñe, es gurutal, poderoso, un sonido procedente del mismísimo averno y me gusta, me excita. Atrapando mis labios, aprieta, lo hace rudamente buscando notar mis colmillos, lamiéndolos cuando logra acceso al separar los labios para él con sus constantes peticiones. Es erótico, sublime. Simplemente, me dejo arrastrar...

bottom of page