top of page

Tarta de Chocolate (Onceaba parte)

Es imposible concentrarme en la lectura. El libro que permanece abierto entre mis manos, parece estar vacío ante mis ojos, me es imposible leer dos palabras seguidas sin que mi mente empiece a divagar a su antojo. 

 

 

Sobre vienen recuerdos de años atrás, demasiados para mencionarlos si aún deseo mantener mi edad en secreto. Retrocede a los tiempos en los que la tecnología no existía, no había agua corriente, tampoco luz salvo la que desprendía una lámpara de aceite. No puedo evitar esbozar una sonrisa con cierto matiz melancólico. Caballos, carromatos para desplazarnos llevando días incluso el desplazarnos de una población a otra. Qué tiempos aquellos. Sin embargo, recuerdo una noche en concreto cuando salí de mi pequeño espacio oscuro, el que me mantenía resguardada de la luz solar. Pasear por las calles angostas, sucias, empedradas mirando a las fulanas apostadas en las esquinas ofreciendo su cuerpo a cambio de poco dinero, hombres borrachos saliendo de la taberna para vomitar, críos que regresaban del campo para ganar un mísero jornal y así ayudar en la casa o quizás incluso para poder pagar los impuestos del feudal de turno y poder pasar el largo invierno sin morirse de hambre. 

 

 

Y lo recuerdo con añoranza, porque aquellos tiempos eran incluso más sencillos que hoy en día, existía el trueque, la bondad. Un viajero, podía encontrar no sólo comida caliente en casa de cualquier hombre, también una cama caliente a cambio de una historia y marchar al día siguiente con media hogaza de pan, un poco de queso y vino para el viaje. Qué tiempos aquellos. Sin embargo, estoy desviándome de la línea principar de mis pensamientos.

 

 

Llevar mis manos hacia la espalda agarrándolas por las muñecas en mis pasos lentos, casi efímeros por aquellas calles, observando con curiosidad a gente que posiblemente estaba cansada de ver noche tras noche, pero que cada vez, tenían un matiz diferente, olor incluso que atraía mi curiosidad imaginándome que tipo de día habrían tenido. Día, ese momento luminoso cuando sientes el sol calentando la piel, cuando hay vida. ¿Hacía ya cuantos años no había visto un amanecer? Sentido los rayos abrasando la piel cuando paseaba. Pero esa noche, algo perturbó mis pensamientos, la tranquilidad que me rodeaba. Parándome en seco agudizando el oído, alzando el rostro hacia el cielo oscurecido haciendo una única y honda inspiración. La piel, erizada, mis instintos clamándome que saliera de allí, me escondiera pues me encontraba en clara desventaja. Eran cinco, sucios, con pasos pesados acercándose con pequeños gruñidos brotando de su garganta amenazadoramente hasta pararse ante mi, mirándome los párpados entrecerrados, tensándose sus músculos preparándose para la caza, para cazarme, cuando un brazo se estiró interponiéndose ante el camino de los demás. Esos ojos, escudriñándome, catalogando la posible amenaza que quizás pudiera ser, con esa sonrisa socarrona, de autosuficiencia.

 

 

- Kaly.. ¿te ocurre algo? - Sentado no muy lejos de mi, estaba mi licántropo con un juguete de la pequeña ratita sobre el regazo intentando arreglarlo. La pequeña, había trepado hasta la cama para acurrucarse contra mi terminando por quedarse dormida. Se movió quejándose por las repentinas voces, buscando apaciguarla con caricias en el cabello sin haber apartado la mirada de mi compañero. Él, con una sonrisa socarrona, de autosuficiencia cómo si hubiera podido ver mis pensamientos, mis recuerdos.

 

 

- Eras tú, ¿verdad? Aquel licántropo que frenó a sus compañeros y me dejó marchar.. - Tan sólo asintió sin que esa sonrisa que me tenía enamorada, desapareciera de sus labios. 

 

 

- Han pasado.. ¿cuanto? ¿ochocientos, novecientos años desde ese día? - Lanzándome un beso al aire. Maldito bastardo, licántropo prepotente, conocía mi olor, mi aspecto desde hacía mucho tiempo.

 

 

- ¿Por qué... - No pude terminar la pregunta. Negaba con la cabeza.

 

 

- Ese, será mi secreto..

bottom of page