

Seducción BDSM
Tarta de chocolate (Décima parte)
Las ventanas de la gran casa, abiertas de par de par dejando que la luz del sol se impregnara en los muebles, las esquinas que hasta el momento habían permanecido oscuras. Todos, pensaban que Calipso permanecía encerrada en la habitación con él, por lo cual, no había peligro. Incluso dudaban que alguno de los dos asomara la cabeza por la puerta.
- Hola, ratita.. - Kaly esbozaba una sonrisa permaneciendo sentada sobre la cama a modo de meditación, cubierta por una camisa que a ojos vista, delataba que no era suya - Anda, ven.. - Dando alguna que otra palmada en la cama justo a su lado.
Cuando abriera la pequeña la puerta, la luz entraría apenas un poco llegando hasta los pies de la cama, eso haría que la vampira se alterase un poco, sin embargo, no daría dignos de ellos. Deslizándose con su menudo cuerpo, cerró enseguida caminando con cierta premura, trepando al lecho con una sonrisa dulce, sincera en los labios.
- ¿No te importa, tía Kaly? Es que.. cuando tú puedes salir, mamá ya me ha metido en la cama y no puedo verte.. - Cuando en vez de sentarse a su lado, procuró trepar por los muslos, abrazarse a su cuello hundiendo la carita contra su pecho, momento en el que dejaría escapar un pequeño gemido, tan dulce, que la mujer sintió un escalofrío recorriendo su espina dorsal.
- Por su puesto que no, ratita - Rodeándola entre sus brazos, posando delicados besos en su cabecita cuando la tuviera pegada a su cuerpo - Te voy a contar un pequeño secreto. En la noche, cuando tú estás durmiendo.. no puedo evitar pasar a tu habitación para arroparte, dejarte un beso de buenos días..
La pequeña separaría el rostro de su pecho para mirarla con el ceño fruncidito, ladeando la carita para seguir observándola - ¿Buenos días? ¿No querrás decir.. Buenas noches? - Apretando los labios entre sí dejándolos en una línea, claro gesto de que estaba un poco confundida.
Calipso no pudo por menos que reir, bajo, comedida, pero reir a fin de cuentas, dedicándose por unos momentos a retirar el cabello de su preciosa carita, aún observando las expresiones de la pequeña - Cierto, son buenas noches. Pero comprende una cosa, cuando para tí empieza el descanso, para mi es la vida..
- ¡Si hombre! Pues muchas veces cuando corro a tu habitación y mamá no me deja, te escucho reir con el tío.. - Llevándose la mano a los labios para cubrirlo en una risita que delataba no haber contado todo lo que escuchaba.
- Por todos los Dioses, ratita.. - Buscándola las cosquillas, encontrándolas sin mucho problema. Escuchar reir abiertamente, verla retorcerse entre sus manos cuando se dejara caer sobre la cama de espaldas contorsionándose buscando escapar de esa divertida tortura. Apenas llevaba un par de días en esa casa, en ese mundo y ya se sentía parte de éste. Logrando la pequeña escapar, bajándose de la cama corriendo por la habitación con una vampira tras ella desplazándose despacio, pero de manera calculada - Te cazaré y beberé tu sangreeee.. - Buscando poner una voz tenebrosa, alzando las manos con los dedos demasiado separados. Encontrándose con una niña corriendo más aprisa, chillando juguetona.
- ¡Socorroooooo! ¡Socorrooooooo! ¡Hay una vampira en casa que me quiere comeeeeeeeer! - Riendo a carcajadas acto seguido, aproximándose a la puerta con la celeridad de un crío en plena emoción del juego, abriéndola de par en par permitiendo que la luz entrara a raudales en la estancia.
Justo en ese preciso momento, se escucharon cristales chocando contra el suelo, rompiéndose en mil pedazos, pasos y no eran pasos, más bien pisadas aceleradas, rápidas por el pasillo. Voces.. ¿escuchaba voces? - ¡Kaly!! - Era.. una voz masculina, la conocía.. ¿verdad? Reconocía esa voz, quería hacerlo, quería.. hacerlo - ¡Cierra la puerta, ratita! - Sonando la orden tronadora, demasiado dura. "Pobre ratita.. ella sólo jugaba", pensó la mujer para sí cuando cayera de espaldas al suelo, gateando hacia atrás como podía buscando un lugar oscuro sin encontrarlo, sintiendo cómo su piel quemaba, se abrasaba por momentos llegando la debilidad a cada fibra de su ser.
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Todo está oscuro, no hay si quiera un pequeño punto de luz, una vela que me acompañe. Hay silencio, hay tal silencio.. que siento miedo por primera vez en mucho tiempo. Deseo moverse, pero mis manos, mis piernas parecen no querer obedecer mis órdenes. De repente, querer calmar esos sollozos.
- Ratita.. - ¿De dónde ha salido ese sonido? Tengo la sensación de que ha sido mi voz llamándola.
- No hables, estás demasiado débil ahora mismo.. - Mi lobo, mi preciado licántropo es quién me habla. Puedo sentir sus dedos paseando por mi cabello, peinarlo con una delicadeza que jamás pensé podría sentir por parte de él. Se podría llamar ternura..
- Ratita.. he perdido mi luz.. ¿me ayudas a buscarla..? Creo.. que necesito esa deliciosa tarta de chocolate.. - Los llantos han cesado, la escucho apenas sorberse y creo saber que me está mirando, desprendiéndose de esos brazos protectores que habían estado consolándola para aproximarse a mi.
- No empieces a buscar la luz sin mi.. tía Kaly.. yo.. yo te ayudaré. Pero.. pero... pero.. - Terminando por callar cuando parecía que las palabras se atascaban. Sé que se ha marchado acompañada de su madre, rápido, sus pequeños pasos sonaban acelerados. Ha ido a buscar la tarta de chocolate que no puedo comer. Sin embargo, sé que eso habrá calmado su desazón, esa que la hacía llorar..
- ¿Está la puerta cerrada..? - Sentí sus dedos posándose en mis labios acallándome. Su cercanía, la proximidad de su cuerpo y el calor que desprendía cerca del mío. He escuchado sus respiraciones costosas, la contención de su preocupación para aparentar estar calmado a mi lado, tenerlo todo controlado. Protegiéndome. Una gota cayendo en mis labios y como acto reflejo, paseo la lengua recogiendo el líquido, no tardando demasiado en gemir, el sabor metalizado hace que todos mis sentidos despierten. Tomando su muñeca entre las manos, mi instinto puede más que la razón en ese preciso momento, bebiendo de su vena, paladeando cada gota que cae por mi garganta saciando mi sed, ayudando a que mi debilidad vaya disminuyendo. Es cuando abro los párpados encontrándome su mirada, sus cabellos alborotados tras haberse pasado la mano una y otra vez, un esbozo de sonrisa al sentir que me alimento. La puerta está cerrada, nos hemos quedado los dos a solas, en nuestro mundo, porque no siento que sea sólo de él, si no de ambos.. Jamás me sentí tan cuidada..