

Seducción BDSM
Déjame soñar, permíteme teñir mi mundo de colores, prometo no manchar el tuyo, apenas notarás mi presencia, lo que menos deseo es importunarte. ¿Me dejas? Por favor, dime que sí. Mancharé mis dedos con los pequeños esbozos de mi mente. Sé que te pueden parecer insuficientes, insípidos, inconexos, pero son míos, aprendí hace tiempo a apreciarlos, tenerlos como mi mayor tesoro. Tan sólo deja que apoye mi espalda en tu muro, descanse mis cansados huesos, esos que crujen a veces con sólo pensar que tú, estás al otro lado queriéndome recordar que hubo tiempos mejores.
Hay silencio y cómo se suele decir, quién calla otorga. Posiblemente sea una mentira de mi subconsciente ansiando ese permiso. Y sin esperar mucho más, comienzo con mi pequeña locura. Miles de colores se presentan en el suelo uno al lado del otro, los coloco de manera meticulosa, con cuidado que uno no esté más adelantado que el otro para que no tengan celos. Entre tanto, voy tatareandi una canción que ha venido a mi mente sin más, no sé en que momento de mi vida la música pasó a formar una parte importantísima de ésta, pero ahí está, a mi lado, en cada momento sea bueno o malo, nunca le di las gracias, creo que mis sonrisas sin explicación aparente es justo lo que necesita. Termino quitándome la chaqueta de lana vieja, roída que siempre me suelo poner, nunca comprenderé porque no termino tirándola a la basura, puede que porque siempre los míos van buscándola para llevar una parte de mi. Los pinceles son mis dedos y el lienzo, el inmenso cielo.
Cualquiera que me viera trazar miles de líneas con las manos en alto, los brazos llenos de pintura, pensaría que estoy loca y quizás lo esté, nunca he querido ser demasiado adulta, tener ese pequeño punto de niñez que muchas veces me ha recordado que estoy viva. La música sigue brotando de mis labios con tatareos, a veces silbando las notas más díficiles, aquellas que sé saldrán desafinadas. Me siento.. en paz, tranquila, juguetona, traviesa, seria, severa al tiempo que condescendiente al crear el cuadro de mis sueños. Sé que me estás mirando, que apenas asomas los ojos para mirar desde tu inmenso muro. El cómo posas los dedos en el borde para tener un punto de apoyo. Tus pupilas viajan al son de mis manos y creo que por eso estoy poniendo tantísimo esmero.
Es curioso, no se ve nada allá dónde estoy plasmando mi creación, es de día, debes comprenderlo.. los sueños aparecen en la noche, cuándo aquellos que no deseamos dormir, miramos al mundo apagado, triste y monótono sabiendonos diferentes. Sólo cuándo he terminado, recojo todo lo manchado, lavo mis manos en el río que antes fueron mis lágrimas, esas que hace tanto no brotan y espero que sigan así. El desconsuelo, la incomprensión es algo difícil de plasmar en un dibujo, lo sabes, me conoces y ciertas cosas.. no sé o no quiero aprender a hacerlas. Al terminar con todo, me siento en medio de la nada, apoyando la espalda en tu muro, después no digas que no lo había avisado, tu silencio me dio el permiso. La espera no cuesta nada, llevo toda mi vida esperando algo sin saber que es exactamente, espero a que llegue la noche, esa que tanto anhelo a veces, la mayoría de las veces.
Cuándo el sol se oculta, escucho pisadas lentas, dudosas que se aproximan y no puedo evitar sonreir, procuro no mirarte, sé que eso te haría escapar, esconderte en ese lugar seguro donde siempre he tenido que marchar a buscarte. Lamento no haberlo hecho antes, sé que te he tenido muy abandonada, pero ya estoy aquí, no pienso marcharme. Te sientas a mi lado, cerca, tan cerca que puedo sentir el calor que desprende tu cuerpo. Muevo la mano despacio buscando la tuya, a tientas casi hasta encontrarla, entrelazar los dedos uniendo nuestras manos. He escuchado como suspiras, el miedo que contenía ese pequeño gesto dejando escapar el aire de tus labios. Lo sé, te he defraudado, pero la vida está llena de oportunidades, ¿me das una?
Cae la noche y con ella, mi pequeño cuadro comienza a verse, se dislumbran mariposas de colores llamativos que no paraban de moverse, dragones a lo lejos bañando el cielo con su fuego, nubes oscuras, pero también blancas. Árboles, esos que siempre nos han acompañado enseñándonos su fuerza, siendo parte de la nuestra. El agua corriendo en su manantial y una piedra, una enorme piedra con una inscripción grabada...
"Nunca permití que el mar me hundiera, que las olas me arrastraran, nunca dejé de quererMe."
Risas, escucho risas porque lo ha comprendido todo, me ha mirado directamente a los ojos con ese gesto travieso, juguetón que siempre solía ponerme antaño. Se ha colocado ante mi para ofrecerme sus manos y así levantar mis cansados huesos del suelo para después, fundirse en mi en un profundo y sincero abrazo. Mi alma está de nuevo conmigo, a mi lado y no tras esos muros fríos, solitarios. Nunca he dejado de quererMe, sé bienvenida.. mi querida alma.