

Seducción BDSM
Unos padres nunca, jamás están preparados para la pérdida de un hijo. Siempre y de una manera egoista, piensan que serán ellos los primeros en marchar, dejar la tristeza de una pérdida para ellos. También habría de decirse, que ver el cuerpo de tu hijo, ese ser que ha nacido de tus entrañas y has criado, visto crecer sin vida, es cómo arrancar un pequeño pedazo de tu propia ser. Una crueldad. Pensemos así, un hijo sabe que el día de mañana perderá a sus padres, es doloroso, pero de alguna manera te preparas para ello, aunque nunca sea suficiente.
El corazón palpita con fuerza cuando ves aparecer a los guerreros que antaño fueron hombres que cuidaban de su hogar trabajando en el campo. Rezando a Dios que entre ellos regrese tu esposo, el hijo que partió con él un día. Mantener las manos pegadas al pecho, cerquita del corazón mirando a cada caballo con su jinete pasar, todos agotados, astiados de luchar. Sólo los que van al final es porque llegan heridos o muertos. Es cuando la intuición te dice a gritos que él, el hombre que has amado durante años ha caído en el campo de batalla, comenzando a llorar con desconsuelo, con el corazón roto en mil pedazos. Es.. cuando le ves, grande, robusto como un árbol, fuerte como una roca sobre su monta, pero sus hombros, la mirada perdida en las manos recogiendo las riendas cuando comprendes que algo va mal.
No hay un solo segundo para la alegría por verlo vivo, buscas con la mirada la cara, el rostro de tu hijo. Sangre de tu sangre, esa parte de ti que amas más que a tu propia vida. No lo encuentra y la desesperación se va haciendo con ella.
- ¿Dónde está? ¿Dónde está nuestro hijo, esposo mío? - Agarrándose a su pierna caminando a su lado mirándole no sólo con la súplica en sus labios, también en la mirada, el corazón. Él no respondería. ¿Cómo decirle a la mujer que amas que el hijo de ambos viaja en un carromato unos caballos atrás sin vida? El dolor también se había instalado en el corazón del hombre. Habría ansiado que la Parca se lo llevara a él, que le arrancase la vida a tiras si así lo deseaba sólo porque su hijo fuera el que regresaba a caballo.
Todo parece un sueño, algo demasiado irreal. Le duelen los ojos de tanto llorar, tiene las mejillas abrasadas por las saldas lágrimas que han muerto sobre su boca una y otra vez. Desnudar su cuerpo sin vida, lavarlo con la dedicación que sólo una madre puede tener, con ese mimo, esmero que ella con todo su amor le procuró. Nadie pudo entrar a ayudarla, a velar el cuerpo, rezarlo. Se había encerrado con él, ellos solos, despidiéndose de su pequeño, su niño en la intimidad.
- Cuantas veces he lavado tus heridas antaño, cuando caías jugando con los niños. Y las veces que podrías quejarte diciendome que podías hacerlo solo y sin embargo me permitías pasar los paños mojados por tu piel - Rompiendo a llorar cuando comenzase a preparar la mortaja, cubrir lentamente el cuerpo - ¿Qué pecado cometí que Dios me castiga de ésta manera? - Aunque Dios no tuviera nada que ver, sólo un Rey que mandase a un joven granjero a la guerra, pero a veces.. aferrarse a una creencia, es lo único que podría mantenerte en pie en momentos así - Sabes que daría mi vida ahora mismo por ti. No habría duda en mis palabras o decisión, sólo.. porque volvieras a respirar. Descansa en paz, hijo mío.. - Jamás unas palabras dolieron tanto. Nunca una despedida pudo romper el corazón, el mismísimo alma de una mujer como ese día. Dejando un beso en los fríos labios para después hacerlo en los párpados, terminando por cerrar la mortaja. Atándola con la misma cinta que un día compuso su vestido de casamiento.
Le habría llevado ella misma a la pira de haber podido, pero no sólo las fuerzas le habían fallado. Han sido el padre y amigos quienes lo han portado con todos los honores, lo han colocado entre lamentos de mujeres sobre los maderos. Es su madre la única que no llora, no quedan lágrimas que derramar, sólo sentimientos de dolor que el humo habrá de llevarse, si es que puede.
"Que el fuego te purifique,
que el fuego borre toda huella de tu vida pasada..
que el fuego borre las afrentas que te hicieron...
que el fuego afrente a los que te ofendieron..
que del fuego, nazca tu nuevo ser..·"
Sería el rezo que entre cánticos saldría de sus labios, con las manos apretadas en el pecho con el pañuelo entre los dedos. Quebrándose la voz en más de una ocasión. Viendo el cuerpo arder, despidiendose una vez más de.. él.