

Seducción BDSM
Pronto llegaría el momento, pronto..
Describir un sentimiento, no es algo que se me haya dado bien, quizás por la mezcla de emociones que no sé muy bien catalogar, establecer en una posición adecuada para saber de que demonios estoy hablando. Pero de eso se trata, ¿no? No tener la menor idea de que pasa por nuestro alma, nuestro corazón. Es cuando planto los dedos sobre el teclado que me quedo en blanco, con las yermas sobre las teclas en una quietud que antaño no conocieron. ¿Qué me pasa? ¿Por qué ahora, justo ahora me es imposible expresar lo que está pasando por mi cabeza? Hay palabras, cientos, miles de ellas agolpándose buscando una salida, presionando con demasiada dureza sin poder hacer nada para evitarlo.
¡Tengo miedo! Miedo a descubrir cosas que posiblemente no me gustan o aún no esté preparada para descubrir. Pavor a una emoción que posiblemente haya guardado durante muchísimo tiempo bajo la presión de mis pies sin desear que se levante y ahí está, mofándose de mi victorioso, altanero sabiendo que a pesar de todos mis esfuerzos, ha conseguido vencerme.
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Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que fue vista, posiblemente las personas que pasan a su lado mirándola con curiosidad ni si quiera sepan de quién se trata. Ahí está ella, sentada en el verde cesped con las piernas recogidas portando algo en las manos hasta dejarlo en los muslos. Acaricia la tapa de madera tallada con delicadeza, casi se podría decir que tenía miedo de rozarla con las yemas, mucho más el poder abrir la tapadera descubriendo lo que había en su interior. Pasan minutos, horas permaneciendo estática bajo las miradas curiosas de aquellos que se han percatado de su presencia.
Su piel sigue siendo blanca, demasiado pálida en contraste con su oscuro cabello cayendo sobre los hombros desnudos. Sin duda, el estilo de ropa ha cambiado demasiado desde aquellos tiempos. Ahora las mujeres llevan pantalones, camisetas demasiado ajustadas enseñando excesiva carne sin dejar nada para la imaginación. Sin embargo, porta una falda oscura, negra cómo la mismísima noche hasta los pies con una camiseta que tan sólo deja sus brazos al descubierto. Sus zapatos que no son más que unas sandalias oscuras, justo a su lado delatándola descalza. No hay joyas que decoren su cuerpo, sólo un dibujo la decora situado en la nuca con una escritura antigua, distinguiéndose simplemente unas letras: Deva.
Saliendo de ese pequeño mundo que eran sus pensamientos al escuchar no muy lejos el afinar de un violín, unas cuerdas chirriando preparándose para ser acariciadas. Es cuando se puede ver su rostro, perfecto, casi etéreo. Las pupilas grises que al estar enmarcadas por unas pestañas negras, se podría decir que llamaban la atención, pero no tanto cómo sus labios con un rojo intenso que invitaban sin duda a ser besados, mucho más cuando esbozara una sonrisa al comenzar la melodía. Un leve inclinamiento de cabeza al tiempo que cerraba los párpados, disfrutando, meciéndose apenas un poco con la música, para cuando ésta terminara, parecer que estaba regresando a la realidad y así era, su pequeña y dura realidad. Una inspiración, sólo una hinchando su pecho para al soltarlo, escucharse un leve gemido escapando de entre sus labios.
- Vamos Deva.. determinación - Palabras de aliento que se decía a sí misma cuando posando los dedos con más firmeza sobre la caja, comenzó a abrir la caja. Otra canción, ésta pocos la conocían y sin embargo, aquel músico parecía llevarla tatuada a sangre y fuego en los dedos. Cuando los compases iban subiendo de volumen, cuando la fuerza parecía aparecer en cada una de las notas, abriría el pequeño cofre desvelando una pulsera de plata labrada con aspecto antiquísimo. Llevando la diestra hacia su mejilla con cierta urgencia cuando una lágrima teñida de rojo escapara. Los humanos no podrían comprender lo que era, cómo era realmente, en aquel tiempo, había aprendido a ocultarse, intentar pasar desapercibida en la medida de lo posible.
Esa delicada joya la había guardado el día que decidió apagar sus sentimientos, jugar con el mundo, las emociones, hacer daño sin darse cuenta o por el contrario, de manera deliberada. Sin embargo, el destino le había hecho una mala jugada cruzando sus caminos de nuevo después de tanto tiempo. Había desconfiado, rechazado la mera idea de volver, estar juntos, darse esa nueva oportunidad dejando los rencores, los malos momentos atrás quedándose tan sólo con las buenas sensaciones que les había reportado el volver a encontrarse. Cuando deslizara la pulsera por la mano hasta dejarla decorando la muñeca, había firmado su felicidad o quizás su sentencia. ¿Cómo podría saberlo? Sólo dando el paso, arriesgándose.
Pronto llegaría el momento, pronto..