

Seducción BDSM
Literatura Oscura.
La felicidad nunca se queda demasiado tiempo. Es cómo la visita del médico, apenas llega se está marchando. Puede que luches, te dejes la piel, hasta el mismísimo alma en buscarla, lograr que se quede un poco más, sin embargo la vida tiene otros planes no tan agradables. Desea destrozarte el corazón, el ímpetu a golpe de llantos, un pesar que se va creando, pesando demasiado con el paso del tiempo en ese lugar que llamas corazón de manera metafórica. Es una lacra que acompaña en todo momento, siembra el espíritu de dudas, miedos, unos porqués que apenas tienen razonamiento y que sin embargo imperan mucho más que el sentido común.
Dedos que ansían algo sin saber muy bien qué es. La piel necesita el calor de algo sin saber muy bien qué puede ser. El alma sólo clama paz, esa que pocas veces ha conocido y a la que se volvió adicta por alguna razón que no alcanzo a comprender. Y sé de buena tinta que todo esto me pasa por mi persona. Nadie pudo entenderme nunca, tampoco es que permitiera que se aproximaran a mi, vieran un pequeño pedazo de ese tremendo peso que llevo encima.
A todas esas personas que intentan una y otra vez luchar contra la marea que yo misma creo por miedo a caer, sentirme demasiado sola, indefensa cómo para ponerme en pie de nuevo con ese ímpetu que me caracteriza, perdonad.. Lo siento de verdad, agradezco el esfuerzo que hacéis, lo veo aunque siempre permanezca callada. Mis silencios son la única arma que tengo, la que me hace fuerte de alguna manera en medio de ésta vida que me ha tocado vivir.
Esas palabras jamás se publicarían, quedarían escondidas en el cuaderno que posiblemente se perdería con el paso del tiempo en alguna de las estanterías. Dejando su pluma a un lado, alzó los brazos agarrándose las muñecas alzándolas hacia el techo para estirarse, esbozar algo parecido a un quejido cuando un crujido sonara y al dejarlas caer sobre la mesa apoyándose, empujar la silla con las piernas echándola hacia atrás y así poder ponerse en pie. Recogiendo su taza de café roja y blanca con un café a medio terminar, se aproximó a la ventana entre abierta dejando que el olor a humedad entrara a raudales, observando las gotas caer deseosas de estrellarse contra el suelo. Un sorbo y estaba fría la cafeína, no debe importarla mucho cuando da uno más apurando lo poco que queda.
La lluvia logró hipnotizarla, llevarla a ese pequeño espacio dónde sólo había pensamientos alegres, recuerdos felices, momentos únicos. La lluvia logró arrancarla una sonrisa, una que hacía mucho tiempo nadie hubiera visto. Se la podía ver sonreir, incluso reir; era todo mentira, una máscara que ocultaba su realidad en su afán constante porque nadie pasara a su mundo, lo destruyera o pusiera patas arriba pretendiendo ayudarla para después dejarla sola, despojada de todo, desnuda ante la maldad de una vida que se había ensañado con ella.
- Siempre he procurado alimentarme de positividad, de optimismo. Siempre busqué el lado positivo de la cosas y sin embargo, estás empeñada en joderme a base de bien. ¿Es que acaso no has tenido bastante?
Nadie la escucharía, nadie.