

Seducción BDSM
Estaba pensando en como añoro tu presencia cuando tras un largo tiempo a mi lado, te has marchado nuevamente. Pensaba en cuanto añoro el tono de tu voz resonando por la casa, las risas, bromas, incluso los gritos cuando te enfadas al no terminar de comprendernos. Estaba pensando, en cómo hasta que punto hemos llegado a comprendernos, uno quizás más que el otro, no pretendo que todo sea perfecto, etéreo hasta el punto de no poder tocar esa pequeña burbuja de entendimiento. Pensaba que ha desaparecido tu aroma en la casa, la ropa tirada sobre la silla hecha una bola, marchando yo detrás para recogerlo regañándote, sabiendo que con ese pequeño, molesto pero simple gesto, te he arrancado una sonrisa, robándome sin poder evitarlo.. una mía.
Estaba pensando en cuantas sonrisas me habrías robado a lo largo de éste tiempo, cuantas risas, miradas, abrazos, besos.. caricias. Hace tiempo que perdí la cuenta y la verdad, no me importa, sólo quiero volver a abrir la puerta y verte ahí, con la maleta a tu lado, mirándome, sonriéndome.. ansiando encontrarte con el ímpetu de un abrazo, la voracidad de un beso, la presión de un abrazo, todo correspondido hasta el último aliento que nos obligase a separarnos, mirarnos por fin a los ojos sabiendo que el tiempo nos ha regalado unas horas, quizás días para contarnos hasta la última de nuestras hazañas, hasta el último secreto, cada uno de los anhelos, nuestros pensamientos. No he podido evitar pensar en que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, en cómo añoro pasear los dedos de manera distraida por tu piel mirando cómo se eriza el vello con esa ínfima pero significativa caricia.
Pienso que es la canción que ahora mismo estoy escuchando la que me hace recordarte de manera tan viva, necesitarte tan súmamente cerca en éstos momento. Así pues, cambio tanto la canción como el estilo para canturrear, buscar distraer mi mente al menos un poco de TU pensamiento. Pero nada parece calmarlo, aplacar la tremenda dureza de un sentimiento tan crudo como es necesitarte. Terminando por vestirme queriendo salir al mundo, pasear entre la gente con el firme pensamiento de que podré distraerme de ese modo, justo cuando estoy colocándome la bufanda abriendo la puerta que me lleve a una libertad alternativa, todo se para. Siento que el corazón ha dejado de latir y mi mente lucha por hacerlo funcionar de nuevo para seguir viviendo, los pulmones queman habiendo contenido incluso la respiración cuando mis pupilas se han clavado en la presencia que hay justo delante.
Tus labios se mueven diciendome un hola en silencio al tiempo que las comisuras parecen combarse en una sonrisa nerviosa. Sé que tus manos están temblanco, posiblemente como las mías. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que nos vimos? Mañana harán justamente dos años, dos largos, interminables años desde que estuvimos la una frente a la otra. Hemos cambiado, tú llevas el pelo más corto y me encanta el efecto que hace sobre tu cara al tenerlo alborotado tras quitarte la gorra. Y ahí seguimos, las dos paradas, indecisas, sin atrevernos ninguna de las dos a dar el primer paso. Quizás por miedo al rechazo, aunque yo prefiero pensar que puedas ser un sueño, una jugada de mi enferma cabeza enamorada con ansias de tenerte otra vez para mi. Sin importarme ser egoista o no, quiero cada pedazo, cada centímetro de ti para mi.
La tensión ficticia desaparece cuando al unísono buscamos abrazarnos, el poder aspirar el aroma que desprendemos para acrecentar la llama que lleva ardiendo demasiado tiempo en nuestros corazones. Buscar tus labios se hace casi imposible, la desesperación, más bien el ansia de saborearte y ser saboreada hace que sea torpe, que apenas atine terminando por arrancarte una risa franca, contagiosa. Me separas de ti con decisión empujándome dentro de casa, arrastrando contigo esa vieja maleta que siempre va contigo para cerrarla puerta tras de ti, escondiéndonos del mundo por unas horas, unos días, quien sabe. Sólo deseo recordar sin pensar en el mañana..