

Seducción BDSM
Ella, mi pianista. II
Otra partitura más sobre la silla cuando llegó a su piano, ésta vez parecía ser larga. Las pupilas recorriendo las notas una a una creando la composición en su cabeza. ¿Qué intentarías expresar? Sólo la mente de su creador era capaz de saberlo y sin embargo ella, deseaba conocerlo. Recordó en ese instante cuando llegase la primera, tan triste al tiempo que melódica. El cómo apenas habiéndola tocado una vez, se había marcado a fuego en su alma, arrancado sonrisas imposibles de describir. Había sido su pilar en esos momentos de marejadas en los que deseaba mandarlo todo al traste, abandonar la música, esa que había formado parte de su vida y que esas simples notas al tocarlas, lograron sujetarla, amarrarla con la fuerza necesaria.
Sintiendo el cosquilleo en las yemas, ese pequeño picor ansiando poder acariciar las teclas de nuevo. Dejando a un lado las prácticas de ese día, retiró el taburete tomando asiento dejando las hojas sobre su regazo apenas unos instantes, esos que usó para abrir la tapa dejando esos dedos de marfil expuestos a los suyos.
Era curioso el cómo desde hacía unos meses, usaba la metáfora para hablar de su pasión. El piano. Disponiendo las partituras debidamente, deslizó las yemas acariciando esos mismos dedos, haciéndose a ellos cuando en verdad formaban parte indispensable de su alma. Sin saber porque, echó la mirada hacia atrás, a esos cristales que no escondían su presencia ante esa belleza roja, apasionada cuando las manos adecuadas la tocaban. No había nadie salvo algún alumno recorriendo los pasillos hacia su clase. De nuevo esa intriga que era capaz de quitarla el sueño por saber, conocer por fin la identidad de su creador o creadora, saber..
Cuando sus pupilas regresaron al papel, se tomó apenas unos segundos para seguir la primera línea despacio al tiempo que inspiraba. La pausa, decadencia de las notas se fueron abriendo paso despacio haciendo que las paredes vibrasen, que ella se estremeciera a medida que la velocidad iba aumentando. Parando en seco cuando una nota sonó a descompás, maldiciendo por lo bajo, comenzó nuevamente, desde el principio. Cesando la música para acto seguido escucharse un grito rompiendo el silencio de frustración. ¿Por qué no era capaz de hacerlo? ¿Por qué justo en esa nota se iba todo al traste?. Levantándose bruscamente echando el taburete hacia atrás, pasó los finos y largos dedos por el cabello apartándolo del rostro. Recorriendo la pequeña habitación como un león enjaulado, desesperado por escapar de algún modo. Su mirada regresando al piano a cada momento, entrecerrando los párpados odiándolo por no acompañarla en su recorrido cuando en realidad era ella quien se estaba desviando de tal.
Había algo que oprimía su alma, algo que no permitía disfrutar de las notas - Basta - Apenas un susurro escapando de sus labios cuando nadie la escucharía, salvo ella misma. Cerrando los párpados apoyada contra uno de los cristales, tomó respiraciones hondas sumiendose en un pensamiento, posiblemente un sueño que no deseaba hacer desaparecer jamás. Se veía a sí misma caminando entre líneas, acariciando las notas con los dedos haciendo que éstas vibrasen cómo lo hacía ella en ocasiones, llenándose de vida, transportándose a un lugar donde la paz era patente, se podía sentir rozando cada uno de los poros, y así despacio lograr pasar página hasta llegar a una en blanco. Sólo entonces se separó de la pared cristalina dando un paso hacia delante. Esbozando una pequeña sonrisa que dislumbraba determinación, ocupó su lugar, ese que no debía de haber abandonado hacía unos minutos. Enfrentarse a la partitura hizo que una parte de ella, la irracional tuviera miedo, se aferrase a la médula haciendo que la recorriera un escalofrío.
- Puedes hacerlo, sé que puedes pequeña - Recordando las palabras de su madre cuando apenas con cinco años la viera aporrear frustrada las teclas en su manía de perfección. Ella había escuchado, visto tocar el piano sin comprender porque no podía hacerlo ella igual. Apenas era una niña. Recordando esa habitación llena de luz, el aroma que la rodeaba en su hogar, pudo tomar las fuerzas que eran necesarias para intentarlo de nuevo. Se mece con las notas, baila con ellas venciendo su cuerpo hacia delante en ocasiones cuando debe imprimir más fuerza en la melodía, retrocediendo al alargar los brazos buscando los extremos. Suena la canción, su nuevo regalo a la perfección, es capaz de seguir su curso y mecerse con éste. Vibra la pasión roja que la acompaña tanto cómo lo hace ella. Su alma está feliz, llena de sensaciones que van surgiendo desde lo más recóndito de su ser. Sin embargo, justo cuando un pequeño espacio le permite pasar a la última hoja, no puede seguir, sus pupilas han fijado la atención en unas pequeñas palabras escritas al final.
"Ante todo, espero que ésta melodía haya surcado hasta lugares demasiado profundos que nunca hubieras explorado, pues yo mismo al hacerlo me descubrí recordando cosas que pensaba más que olvidadas. No puedo responder a porque tú has sido la alegida, porque al pensar en ti y cómo tocas, brotan las notas sin más. No quiero comprenderlo, tan sólo dejarme llevar, mostrártelo y disfrutar al escuchar cómo suena brotando de tu alma. Quiero pedirte un pequeño favor. Me encantaría saber qué te ha transmitido, qué has sentido y si puede ser, qué has recordado. A fin de cuentas algo nos une, la música. Abrazos, mi pequeña musa".
Le buscó con la mirada a través de los cristales sin encontrar nada. ¿La escuchaba al tocar? Alguien, él.. se inspiraba al ver su pasión. Una pequeña sonrisa tímida se esbozó en sus labios antes de tomar bolígrafo y papel plasmando lo que su música había arrancado del alma.