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Le habían advertido que la vida en el conservatorio no sería fácil, lo sabía, después de cinco años practicando día tras día al piano, dejándose los dedos, el mismísimo alma, las sonrisas abandonadas entre las teclas de marfil, cómo sus lágrimas frustradas al no lograr tocar la partitura asignada por el profesor. Ella, que se había dejado la piel, sus esperanzas en ese lugar, con las emociones a flor de piel a cada momento, ella.. que había logrado soñar con las notas, sentir la música cómo la taquigrafía de las emociones, vivirlas, sentirlas, alimentarse de ellas. Ella, terminó de tocar la pieza a solas en la sala de música, sin espectadores, sin aplausos o reconocimientos, críticas de su trabajo. Ella que tras terminar, bajó la tapa despacio tras acariciar distraidamente las teclas, respirando hondo, queriendo sentir cómo los pulmones se llenaban en toda su capacidad para contener el oxígeno, sentir cómo comenzaba a quemar tras un rato para soltar el aire poco a poco, despacio, lento, cerrando los párpados sintiendo cada latido acelerado de su corazón luchando por vivir un poco más.

Salir de la sala con la sensación de que no debería hacerlo, de que debería seguir practicando una y otra vez hasta la perfección, aunque eso le costase la sensibilidad de las yemas, sentirlas incluso sangrando. Sin embargo Morfeo parecía reclamarla ansiando llevarla a ese pequeño mundo que ella había creado, ese pequeño espacio dónde por unas horas, todo era perfecto. Dónde la música se escuchaba, dónde las notas eran caricias, las lágrimas se convertían en las sonrisas de antaño. Preciados, deliciosos sueños. Esas pequeñas mentiras a las que se aferraba con ansia, esperando un poco de ese mundo alternativo, los sueños. Sé como te sientes, pequeña. Sé que pasa por tu cabeza ahora mismo cuándo caminas por la calle mirando el suelo, cruzandote con la gente sin percatarte de que existe. De la melodía que toca tus dedos aferrados a las partituras pegadas al pecho, el movimiento inconsciente al recordar cada pieza que has tocado. Conozco que al llegar a tu habitación, lo dejarás todo sobre la mesa repleta de papeles emborronados, pisarás los folios arrugados en el suelo para caer en la cama sin más, sin desprenderte de las ropas deseando que Morfeo por fin te abrace. Dulces sueños, pianista.

El día es gris, cómo tus pensamientos que parecen crear nubes sobre tu cabeza de regreso al lugar que te ve día a día, pasear por los pasillos en silencio, perderte en la sala asignada con tu piano preferido, aquel rojo, el color que representaba la pasión de antaño.

No se percata de nada al entrar, todo parece igual que siempre, sin variación alguna. Todo recogido, colocado en su lugar con ese intenso aroma a madera limpia. Dejando las partituras sobre el piano, cuándo retiró el taburete, encontró algo nuevo. Ese pequeño fruncir del ceño tan delicioso, ese tender la mano cuándo vió que el sobre sobre el tapizado tenía su nombre. La mirada de extrañeza al abrirlo y sacar el contenido, siendo una canción, para ella.. pensada, creada, escrita para ella. Por un momento alzó la mirada buscando entre los cristales una presencia sin encontrar nada, girando sobre sí misma en el mismo punto pensando que estaría cerca, que podría ver al creador o creadora de tal regalo. Nada, no había nada ni nadie cerca, sólo ella y el piano con las salas cercanas vacías. 

Sonrisas, había brotado una sonrisa en sus labios sin razón aparente cuándo en realidad, el motivo estaba en sus manos. Al comienzo de la pieza, unas palabras:

"Morfeo me ha visitado justo cuándo tú lo abandonas para comenzar el día, me ha contado tus secretos, los sueños que has tenido. Nunca podrá la melodía asemejarse a ti, sólo he plasmado una ínfima parte de lo que tú, me haces ver cuándo tocas cuándo crees estar a solas."

Echando un vistazo a las claves, las notas, esos silencios de la partitura por un momento, sentía ganas, ilusión por tocar esa pieza en concreto, comprobar que había sido creado con los secretos contados..

La he visto llorar, pero con una sonrisa en los labios. La he visto tocar la pieza con fuerza, con esa seguridad de antaño cuándo la estaba tocando por primera vez. La he visto balancear su cuerpo siguiendo la taquigrafía de las emociones marcadas por la melodía. La he visto terminar la pieza y volver a tocarla de nuevo, ésta vez con los párpados cerrados, habiendola memorizado sin una sola equivocación en las notas. Ahora, mi querida pianista, toca escribir una melodía alegre, porque ese es el secreto que me contará Morfeo.

 

 

http://www.youtube.com/watch?NR=1&v=a_Am4cHMBKM

 

 

La música es la taquigrafía de las emociones.

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