

Seducción BDSM
Amor eterno a un alma.
La música suena en cada rincón de la casa, hace vibrar las paredes con cada desgarro de cuerda. Ella, disfrutando de la canción a solas rodeándose a sí misma con los brazos, apenas acariciando los costados con los dedos en un intento burdo de consuelo. El cabello desordenado cayendo a ambos lados de su rostro intentando ocultar las lágrimas que humedecían sus mejillas. Cada nota era un sentimiento fuertemente arraigado, grabado a fuego en el alma de su compositor. Esos descensos apenas perceptibles para acto seguido ascender con fuerza, con sólo la intensidad que una emoción puede arrancar, haciendo que cada parte de ella, lo hiciera suyo y así era. El título de la canción cuando llegó a su correo, le hizo intuir quién podría haberla creado, el posterior mensaje de su amiga, despejó toda duda. Aproximándose a la pared cercana, terminó por apoyarse buscando mirar por la ventana, sintiendo entonces la vibración desprendiéndose de la pintura, acariciando la piel de los brazos. Por un momento, recordó cómo eran sus caricias, el sentir las yemas paseando despacio desde el rostro tras haber separado el cabello de sus ojos para descender por el cuello siguiendo la línea del brazo hasta encontrar su mano y así, arrastrarla al más profundo de los pozos dónde no existía el frío, tampoco la soledad. Sí, a veces se comenten errores en la vida que con el paso del tiempo, sentimos que hemos pagado demasiado caro. Siempre deseó regresar, verlo de nuevo, sus sonrisas, esa mirada perdida en las partituras, pero jamás había tenido el valor suficiente para hacerlo. Ahora, en ese preciso momento tras haber escuchado la canción una y otra vez, sentía con más fuerza la necesidad de volver.
Recorrer el paseo largo con el corazón encogido. El aire huele a tierra natal, las piedras en el mismo lugar, deteriorada por el paso del tiempo, como lo está ella. Sin embargo, todo parece igual excepto Alba. Dejando atrás las escaleras que le llevaran al paseo, recorriéndolo recordando que en cada centímetro de la tapia empedrada, ellos se habían besado, expresado un sentimiento con el contacto de sus bocas, las enredaderas de sus manos que al tocar, hace que los dedos parezcan enredaderas intentando enraizarse en la piel. En su reproductor, una y otra vez la misma canción, conociendo cada acorde, cada nota de memoria y sin embargo, cada vez que la escuchase, parecía reconocer un sentimiento diferente, incluso frustración porque sus dedos están tocando las cuerdas de una guitarra y no a ella. Sacudiendo la cabeza al tiempo que sonríe, negandose que aquello fuera posible. Era su necesidad, su propia ansia de sentirlo, recordar viejos tiempos entre sus brazos estremeciéndose de placer, recobrando un sentimiento que al abandonarlo, jamás pudo sentir con nadie más. Acabando bajo el puente que pasa el río, reparando en el lugar donde finalmente habían llegado sus pasos. Sonrisas, risueñas, melancólicas cuando mira hacia el techo procurando mantener esas lágrimas , recordó unas palabras grabadas en la piedra que componía el puente, buscándolas con la mirada al encontrarlas, sintió que el mundo daba vueltas, el corazón dejaba de latir aun manteniéndola viva. Acercándose, aproximándose despacio, cómo si en algún momento fuera a desaparecer la inscripción de sus nombres. Adelantando los dedos de la diestra, rozó despacio cada una de las letras, despacio, lento como haría un amante sobre la piel de su amado. El tiempo que pasara, no lo sabía, tampoco las veces que habría podido sonar la misma canción. Su mente estaba perdida en los recuerdos de un ayer jamás olvidado, nunca enterrado en lo más hondo de su ser, pues cada uno de ellos le hacían sentir, saber que un día fue especial para él.