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Ha comenzado a llover, las gotas perlan la piel y el cabello cuando sigue caminando por la calle solitaria justo antes de que salga el sol. Cansada de día a día, de la misma rutina que ha terminado por mermar su espíritu, sin ilusión por nada. Sabes, tienes la gran certeza de que algo falla, que una parte de ti está incompleta y nada de lo que puedas hacer, parece que sacie esa necesidad. Has surcado el mundo con una mochila al hombro. Has visitado camas, querido experimentar el amor sin llegar a conocerlo, sintiéndote igual de vacía que cuando empezaste. La sensación de caricas que no calman el alma, si no que la dejan quizás un poco más vacía, teniendo que arrastrarte una y otra vez por el mundo buscando un modo de sosegar esa sensación, sin encontrarlo. Rindiendote, dándolo todo por perdido cansada de luchar.  Es justo en ese momento cuando comienza la vida normal, esa que te mantiene atada a todo pero al mismo tiempo a nada. Ese caminar día tras día a trabajar en soledad, con la música inundando los oídos por no pensar, no recordar un tiempo pasado, por olvidar, la sensación de vacío.

Debemos aprender a perdonar, no puede ser que despues de tantos años y por muy probablemente una mentira infundada terminemos alejando a una persona importante de nuestra vida y que luego de que esta regrese en busca de una segunda oportunidad despues de tantos años todavia vivamos en el rencor de algo tan insignificante que sucedio tanto tiempo atras.

No sabía porque justo esas palabras resonaron en su cabeza justamente cuando estaba escuchando la canción de Alanis Morissette que había escuchado en su película preferida, City of Angels. Parando en seco, mirando a su alrededor queriendo encontrar a esa persona que hubiera podido hablarla, sin encontrar más que su propia presencia. Con una intensa sensación de presión en el centro del pecho, llevando la diestra hasta ese lugar frotando con los dedos queriendo deshacerse de esa sensación, con el ceño fruncido apenas un poco. Dando vueltas una y otra vez a esas palabras que aún parecían resonar en su cabeza como el eco al gritar en una cueva vacía, cómo vacía estaba su alma.

Puedo aseguraros que todos tenemos un alma gemela, sólo depende del destino que nuestros caminos se crucen. A veces, éste se apiada de las almas en pena, esas vacías que no saben cómo retomar las riendas de su propia vida. Provocando que por azar, los caminos de esas dos personas se crucen. Me encantará contaros cómo crucé sus caminos. ¿Es que no os habéis dado cuenta? Mi nombre, es Psico, la Diosa de las almas gemelas. 

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